La tecnología avanza rápidamente y cualquier aparato que hoy es lo último, en poco tiempo estará anticuado.
La fotografía, desde que es digital, ya está dentro de esta dinámica.
¿Merece la pena entonces pagar más por una cámara réflex o es preferible ir cambiando de cámara cada dos años?.
Si vas a usarla sólo en vacaciones, en modo automático y sin pararte mucho a pensar, creo que lo ideal es una compacta.
Si realmente estás interesado en la fotografía y le vas a dedicar tiempo, una réflex es lo tuyo.
Hoy se puede comprar un cuerpo réflex básico casi por el mismo precio que una compacta avanzada de última generación. Ya comentamos que un cuerpo réflex será vigente más tiempo que una compacta. Por eso, en lugar de cambiar de compacta pasado el tiempo, si has comprado una réflex, puedes comprar buenos objetivos y éstos te servirán para futuros cuerpos réflex si sigues con la misma marca / sistema.
En mi caso, al comprar una réflex digital Nikon he recuperado tres objetivos que usaba en mi réflex analógica de la misma marca. Aunque mi réflex analógica pueda valer ahora 150 euros en Ebay, mi objetivo 50mm f/1,8 vale más que cuando lo compré hace 6 años y es perfecto para mi nueva cámara.
Las principales marcas mantienen la compatibilidad de sus sistemas ópticos aunque los cuerpos avancen tecnológicamente. Las réflex Nikon (la marca más fiel a su sistema óptico) son compatibles con objetivos de hace 50 años. De hecho, he visto réflex digitales de última generación con objetivos de los años 70 y cámaras muy antiguas con los objetivos más modernos de la marca.
Conclusión: Si te interesa la fotografía de verdad, sigue un consejo que leí una vez sobre las cámaras réflex analógicas pero que sigue vigente en la era digital: Compra un cuerpo réflex barato e invierte en buenos objetivos que no quedarán desfasados.
A una compacta acabará llegándole su hora y sólo podrás aprovechar el cable USB.
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Índice de capítulos
Introducción
Filosofía
El tamaño importa
Ópticas
Ruido
Tamaño, peso y el día a día
Peligro / Riesgo
Última tecnología
Dinero bien invertido
Conclusiones